Comienzas a andar. Con movimientos inseguros y desiquilibrados. Das el primer paso. Aprendes a vivir, a crecer, a sentir, a querer. Aprendes a formar tus propios principios y a luchar por ellos.

El camino continúa, sigues caminando, paso por paso, hasta que llegas a un punto en el que no estás sola. Tienes una persona a tu alrededor, mucho más cerca de lo que has tenido nunca a nadie. Esa persona que te sujeta y que hace que entre las dos podáis seguir el camino esquivando todo lo que se interfiere entre vuestro paso, y que se mantiene cerca, muy cerca.


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Día agotador, pero gran día, te echaba de menos ♥

¿Sabes? Cada persona es como una cajita de cristal recién pulida, que a través de la actitud de la gente se va golpeando, sufriendo rayazos y pequeños desgastes.

Por suerte, hay otra clase de personas, un conjunto muy reducido, que con mucha suavidad y dulzura, van reparando todos esos desperfectos.

Yo, solo quiero formar parte de esas personas que saben la manera y tienen la fuerza para arreglar todas esas roturas.

Cerca, muy cerca. Ya no falta nada, ¿lo ves? Míralo, ya casi está. Minutos, horas, días, meses, para esto. Colocando pieza por pieza, unos cimientos perfectos, escogiendo cada pieza a medida, uniendo momentos, felicidad, alegrías y apoyo para que todo esto fuera creciendo y avanzando hacia arriba. Gracias a mucha gente, y ahora todo esto se terminará.

Pero mira, es perfecto hasta el acabado de la pintura, cada una de las pinceladas dadas con una paciencia y un sacrificio infinito. Estoy a punto de conseguirlo. Solo falta esto, esta última pieza y será tal y como en cada uno de los miles de planos que con tanto empeño dibujé.

Se acerca, la coloca y en breves instantes, todo se derrumba. Tiempo y tiempo, ahora inservible, la rabia y la impotencia la cubren entera. Deja escapar un suspiro, supongo que esto es a lo que te arriesgas cuando construyes castillos en el aire.